A menos de 100 días de que se lleven a cabo las elecciones mas grandes en la historia de México, me siento impulsada a reflexionar sobre una característica de nuestra legislación electoral, que es tanto, un desafío significativo como una fuente de optimismo: la representación de género.

Es verdad que existe un déficit dramático en el número de mujeres que ocupan espacios de poder en el mundo, ya sea en el gobierno, la academia o el sector privado. Tambien es verdad que, las políticas públicas implementadas por los paises del orbe permiten asegurar que desde el 2015 todas las mujeres tengamos derecho a votar -Arabia Saudita concedío ese año el sufragio femenino-, pero esta ha sido una lucha muy lenta y desigual, recordemos que el primer país en otorgar el voto a las mujeres fue Nueva Zelanda en 1893.

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Actualmente, solo 20 de 193 países miembros de la ONU están encabezados por una mujer; es decir, que menos del diez por ciento de todas las naciones del mundo están lideradas por mujeres. Más de la mitad de las mujeres en el poder están en Europa, a excepción de Suecia, todos los gobiernos de los países nórdicos están encabezados por una mujer; en América solo hay 3 mujeres jefas de Estado al igual que en Asia, una en África y una en Nueva Zelanda; Finlandia además, tiene un gabinete dominado por mujeres. Estas mujeres como muchas en la historia están probando la valía de su liderazgo; para muestra un botón: recientemente países dirigidos por mujeres como Nueva Zelanda, Alemania, Dinamarca, Islandia y Finlandia, han sido reconocidos mundialmente por iniciativas implementadas que han sido efectivas en el manejo de la crisis del Covid-19. Por lo que, resulta obvio que la participación de las mujeres en puestos políticos alrededor del mundo es fundametal para la gobernanza democrática, mas aún en estos tiempos de pandemia. A pesar del éxito de estas mandatarias, las mujeres en la política y en todos los ámbitos, seguimos enfrentando barreras estructurales, socioeconómicas, institucionales y culturales.

En México, las mujeres votaron por primera vez en 1955 por lo que para el 2018, la conformación paritaria de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión supuso un gran avance. Esta evolución ha sido posible en gran parte gracias a las políticas para garantizar la igualdad de acceso y plena participación en las estructuras de poder y las cuotas políticas, sin embargo, el progreso de la representación de las mujeres en el ámbito político de primer nivel sigue viendose muy lejano dado a que estos lineamientos no garantizan preparar cuadros de mujeres para competir, ganar y ser buenas líderes que inspiren a otras; de hecho, sin la correcta preparación, se corre el riesgo de impulsar liderazgos débiles que pudieran opacar o estigmatizar la participación subsecuente de otras mujeres, desacelerando su participación activa; por lo que resulta trascendental que se generen otros mecanismos de apoyo que impulsen, capacitaciten y promocionen a las mujeres en la política, que rompan paradigmas y las resistencias que el mismo sistema impone.

Este 2021 vemos que a la mayoría de los partidos políticos, aún se les hace dificil llenar esas cuotas, por lo que surge la pregunta: ¿éste es un cambio de paradigma que puede ayudar a rectificar este desequilibrio y a permitir que más mujeres intervengan realmente en la política o es una reacción falaz?. Y es que es cierto que la postulación tradicional de candidatos tiene una ventaja significativa en el reclutamiento masculino y que, candidatas mujeres a menudo son postuladas como “corderos de sacrificio” en carreras que no se pueden ganar, en lugar de candidatas genuinas o candidatas probadas en carreras con amplias posibilidades de triunfo. Ademas de que las actitudes hacia las candidatas todavía se caracterizan en gran medida por estereotipos profundamente arraigados y los opositores políticos a menudo utilizan esos estereotipos para cuestionar las capacidades de las mujeres.

Liderazgo, integridad, persuasión, disciplina, capacidad de respuesta, dinamismo y empatía por los más vulnerables, son características esenciales de las mujeres en el poder, esto es lo que hemos visto en grandes mujeres que han hecho de la política su mejor disciplina y eso es lo que los partidos políticos deben buscar y fomentar, y no son características reservadas a las mujeres, es lo que también se debería buscar en los hombres en el poder, ello garantizaría que los mejores hombres y las mejores mujeres lleguen al poder y lo usen sabiamente en beneficio de nosotros sus gobernados.