(Segunda de dos partes)
Hubo mujeres que participaron en la insurgencia militar. En 1811, Mariana Rodríguez Toro de Lazarín, planeó una atrevida conjura para apoderarse del virrey Francisco Xavier Venegas (Gob. 1810-1813), pero fue descubierta sin lograr su objetivo. María Petra Teruel de Velasco, procuró aliviar la suerte de los insurrectos que caían presos y eran perseguidos, incluso se dice envió dinero a Nicolás Bravo y Vicente Guerrero.
En Izúcar, Ignacia Ruiz, auxilió a Mariano Matamoros con alimentos, forrajes y dinero.
Las indígenas de Nopalucan, hicieron frente al cura para evitar que sus maridos fueran inscritos como parte del ejército contra los insurgentes, mientras que las de Huauchinango, persiguieron a los españoles hasta encarcelarlos en el templo de Xicotepec.
A partir de 1815, a pesar del fusilamiento de los principales líderes insurgentes y de que el movimiento quedó reducido a pequeños grupos en regiones limitadas, no dejaron de circular impresos con críticas al gobierno virreinal y discusiones sobre la situación política en España.
Los problemas económicos y sociales, agravados por la situación de guerra, provocaron una crisis en el virreinato que afectaba a todos los niveles de la sociedad.
La corona española, como reacción al movimiento insurgente, marginó aún más a los criollos de los puestos de poder, lo que generó mayor descontento de quienes se consideraban con más derechos para gobernar.
Antes de la Navidad de 1819, la situación en Puebla parecía volver a la normalidad. Se concluían las obras del nuevo ciprés de la Catedral de Puebla y los sacerdotes de la Compañía de Jesús volvieron a la Nueva España, después de 53 años de su expulsión.
El tres de junio de 1820, se juró nuevamente la Constitución de Cádiz, provocando gran zozobra, tanto que 23 días después salió a la luz el periódico El Imparcial, con el objetivo de apartar al pueblo de ideas contra la monarquía.
Al día siguiente, Antonio Joaquín Pérez Martínez, ya entonces Obispo de Puebla, se retractó de los ataques que había dirigido contra la Constitución. La posibilidad de que se apresara al Obispo, calentó los ánimos provocando motines en la ciudad de Puebla y aparecían impresos con frases contra el gobierno.
Por otro lado, diversas personas simpatizaban en secreto con el movimiento de Agustín de Iturbide (*1783-+1824). El 12 de febrero de 1821, se imprimió en Puebla el primer ejemplar del Plan de Iguala, en la imprenta del sacerdote Joaquín Furlong (*1781-+1851), del Oratorio. En junio, comenzó el cerco del ejército trigarante contra Puebla, un mes después, Nicolás Bravo estableció una división de tropa, compuesta de 3 600 soldados en Cholula y ubicó su cuartel general en el cerro de San Juan, bloqueando los accesos de la ciudad, de tal forma que a la siguiente semana, exigió a Ciríaco del Llano rendirse y entregar la plaza. El intendente titubeó y el virrey ordenó defender la ciudad, pero el Obispo Joaquín Pérez Martínez y su cabildo presionaron para entregarla al Ejército Trigarante.
Finalmente, Agustín de Iturbide y su ejército, entraron en Puebla el 2 de agosto de 1821, recibieron la adhesión de los habitantes y la jura al Plan de Iguala por parte del Ayuntamiento y las autoridades eclesiásticas.
Así, Puebla se sumaba para obtener la independencia de México.
La independencia en Zacatlán, Izúcar y Tehuacán
La Independencia no se originó en la Intendencia ni tampoco en la Angelópolis, ni en el Obispado, pero sí hubo una gran incidencia militar en la lucha libertaria, entre 1811, 1812, y 1815; y al final, con la consumación en el año de 1821.
En la región norte, los principales cabecillas fueron Mariano e Ignacio López Rayón, Juan Francisco Osorno y Carlos María de Bustamante. Zacatlán fue el cuartel general de los insurgentes, desde ahí salían para sus incursiones hacia San Juan de los Llanos, Chalchicomula, Texcoco, Tlaxcala, Apan, Orizaba, Papantla, Veracruz y las cercanías a la ciudad de México. La mayoría de sus adeptos, se incorporaron al movimiento independentista por convicción, algunos para no perder sus pertenencias y otros por la paga o los bienes a obtener durante los saqueos1.
En Zacatlán, con el apoyo material y logístico de la Sociedad Secreta de “Los Guadalupes”, se mantuvo enhiesta la bandera insurgente.
En la tierra de las manzanas, Bustamante fundó un hospital militar que sirvió a la población civil, poniéndola a salvo de las epidemias de peste y viruela que mataron a cientos en la Angelópolis.
En Tenango-Huauchinango, José María Beristaín y Souza (*1756-+1817) y José Luis Rodríguez Alconedo (*1761-+1815), crearon y mantuvieron una importante maestranza, que, con la plata obtenida por Osorno en Pachuca, produjeron monedas para Morelos, así como armas.
En el sur comandaba los ejércitos José María Morelos, secundado por los hermanos Bravo -Leonardo, Miguel y Nicolás- y Mariano Matamoros. Estas tropas conquistaron Izúcar, Atlixco,
Tecamachalco, Tepeaca, Chietla, Chiautla, Chalchicomula, Quecholac, Palmar, Huejotzingo y Acatzingo, ofreciendo notables triunfos para los insurgentes.
En Izúcar, se libraron varias batallas, dirigidas por Mariano Matamoros Guridi (*1770-+1814). Éste, ahí, fundó y organizó el primer Ejército Mexicano; formó cuatro regimientos: el de Infantería del Carmen, el de Caballería de San Ignacio, el de San Luis y el de San Pedro de Dragones, poniéndoles por bandera un estandarte negro con una Cruz Roja en el centro.
La estancia de varias semanas de Morelos en Tehuacán, le permitió incursionar en Orizaba y Oaxaca. En Tehuacán, por cierto, se disolverá el Congreso Nacional Morelense.
Puebla capital, no fue tocada, inexplicablemente, como se pensó, por Morelos, quien prefirió marchar de Izúcar a Cuautla, donde se escenificó el famoso sitio militar de esa población.
El clero poblano en la independencia
El clero, cualquiera que este fuera –alto o bajo- participó activamente en el movimiento independentista, “Ninguno traicionó su conciencia. Todos estaban convencidos de que luchaban por Dios y por la Patria”, escribió el Pbro. Lic. Rafael Amador Tapia Zúñiga, en el prefacio de la obra titulada “Los Sacerdotes en el Movimiento Independentista”, del Pbro. Alfonso Niño Mendoza, párroco del Sagrario Metropolitano de Puebla. Es un trabajo de investigación, que permite adentrarnos en el recuerdo de cientos de sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos que, hace doscientos años, se unieron a la causa de la Independencia. Muchos de ellos tuvieron que dejar el ministerio, la vida eclesiástica, y pagar con su vida y su sangre el camino que eligieron.
En la obra, se enlistan a 475 eclesiásticos que apoyaron la independencia. 51 eran poblanos. Hace doscientos años, el Obispado de Puebla se extendía desde el Golfo de México hasta el Océano Pacífico.
Destacan cuatro sacerdotes poblanos: Antonio Joaquín Pérez Martínez Obispo de Puebla (*1763-+1829); Juan Nepomuceno Troncoso (*1779-+1830), fundador de La Abeja Poblana; Joaquín Furlong (*1781-+1851), impresor del Plan de Iguala; y José Manuel de Herrera (*1776-+1829), Presidente del Congreso de Chilpancingo, catedrático de El Carolino, Capellán Mayor del Ejército Trigarante y Ministro de Relaciones Exteriores.
Los festejos del Centenario
En 1910, era gobernador de Puebla, el general porfirista Mucio P. Martínez, originario de Nuevo León; el presidente municipal el Lic. Francisco de Velasco -había 22 munícipes o regidores- y el Arzobispo era Ramón Ibarra y González.
En la “Apoteosis de los Héroes de la Independencia”, el padre Antonio María Rivera escribió: “Hidalgo y Juárez plantaron la frondosa oliva de Porfirio Díaz. Gracias a él [a Díaz] hemos podido solemnizar nuestro Centenario y esta magna apoteosis con incomparable magnificencia, entre el aplauso y las cordiales manifestaciones de simpatía de todas las naciones del orbe y en medio de las aclamaciones de un pueblo libre, próspero, culto y feliz.”
El Doctor José Ramón Narváez, comenta: “esos festejos (los del Centenario) fueron acompañados por un nuevo elemento visual: el cine. La película: “El grito de Dolores o La independencia de México” de 1907, de Felipe de Jesús Haro. También circularon las películas de los hermanos Alva, la de Salvador Toscano y Antonio F. Ocañas, la de la empresa Desfassiaux, y las de Guillermo Becerril, hoy desaparecidas.
El Centenario se celebró con la emisión de monedas, medallas, estampas, vajillas y timbres; la impresión de postales, partituras y carteles, Se exhibió el carro alegórico del Centro Mercantil, donde el busto de Hidalgo iba coronado por la Patria, el de Juárez por la Justicia y el del general Díaz por la Paz.
Entonces se editó el álbum fotográfico “México en el centenario de la Independencia”
El Arzobispo de Puebla, organizó un novenario de acción de gracias. Se celebraron honras fúnebres por los que murieron en la guerra de Independencia, se renovó el juramento del Patronato a la Virgen de Guadalupe. Finalmente, y en conjunto con la Universidad Católica y la Academia de alta Literatura Española, se realizó una suntuosa velada.
En Puebla fueron inauguradas varias obras, como el mercado de La Victoria, el Palacio Municipal, el frontispicio del Panteón Municipal y otras muchas.
Egresado de la U.A.P. Titulación con Mención Honorifica. Dos veces Diputado Local. Dos veces Diputado Federal. Sub-secretario de Gobernación. Sub-secretario de Educación Pública, Delegado Federal de la S.E.P. en Puebla, catedrático en diversas Instituciones Educativas de Educación Superior. Autor de 11 libros. Colaborador en diversos medios impresos.
1 Virginia Guedea Rincón-Gallardo, La insurgencia en el Departamento del Norte. Los Llanos de Apan y la Sierra norte de Puebla 1810-1816, México, UNAM / Instituto Mora, 1996