(Primera de dos partes)
“La historia está hecha para encender el
espíritu patriótico y llevar a las naciones
a plantearse mejores derroteros.”
Herodoto
Historiador griego
La historia es susceptible de ser manipulada, -como de hecho lo es y lo ha sido- cualquiera que sea el fin.
Hoy, se sigue apelando a la historia de bronce, a ese tipo de historia que fue impulsada por los gobiernos, los cuales crearon una historia enaltecedora, mistificadora, convenenciera, alineada a los poderes fácticos. La historia es escrita por y a través del poder.
La historia es nuestro pasado, jamás ha sido inocua, llama a la acción. Apela a nuestro intelecto y a la conducta, y en particular a nuestra actitud cívica.
A mediados del siglo XVIII, las reformas borbónicas de Carlos III (reinó 1759-1788), reorganizaron el gobierno virreinal. Entre sus efectos estuvieron, los impedimentos para que los criollos obtuvieran altos puestos en el gobierno, se frenó la economía, se expulsó a los Jesuitas (1767) y se incrementó la extracción minera, entre otros hechos.
En este esquema de “nuevo orden”, conforme a la Real Ordenanza del 4 de diciembre de 1786, se creó la Intendencia de Puebla y se designó Primer Intendente al capitán Manuel de Flon y Tejada, Conde de la Cadena (1787-1811).
La Intendencia de Puebla, tenía 508,028 personas, de las cuales 25,517 hombres y 29,393 mujeres eran de origen español. Había 187,351 hombres y 186,221 mujeres indígenas, mientras que en los demás grupos sociales se distribuían 37,318 hombres y 40,590 mujeres1.
La economía dependía en buena parte de la producción agropecuaria, que se basaba en las haciendas y en las estancias ganaderas. La mano de obra: indios, esclavos negros, mestizos y otros grupos sociales pobres. Ocurría una paulatina desintegración de las comunidades indígenas, que incrementó el número de indios errantes.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los hacendados ya no tachaban a los indios de flojos y borrachos, sino de que trabajaban mal y eran insubordinados. El trato fue duro. A los ojos del capataz
los indios trabajaban mal. Tal situación propició numerosos motines y levantamientos en las haciendas, lo cual produjo mayor tensión social.
La economía atravesaba por una baja productividad y estaba reducida prácticamente al autoconsumo. Entre 1779 y 1810, los hacendados habían obtenido mayor riqueza, gracias al alza continúa de los precios del maíz.
A principios del siglo XIX, las arcas de los sectores económicos en la región poblana se hallaban disminuidas2.
En 1801, la ciudad de Puebla vivió la inconformidad de una parte de su población, debido al traslado de los comerciantes del zócalo hacia el parián o baratillo.
La ciudad de Puebla estaba muy deteriorada, era necesario arreglar el empedrado de las calles, las atarjeas, el alumbrado público y asearla. Para solventar los gastos se empezaron a cobrar nuevos impuestos a diferentes artículos, como la harina, las rentas, el uso de coches y carros3.
Existía un escenario de crisis en todos los niveles sociales y en toda la región poblana.
Causas de la Independencia
Causas exógenas:
Napoleón Bonaparte (*1769-+1821), en 1806, convence al ministro de defensa de España, Manuel Godoy, para que se aliara con las fuerzas militares francesas. Godoy permite el tránsito por territorio español para facilitar la expedición militar que Francia efectuaría contra Inglaterra, para terminar con el bloqueo económico que padecía su país. Con esta alianza militar se creyó que tendría la oportunidad de vengarse de los daños irreparables que sufrió la fuerza naval española a manos de los ingleses en la batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805).
Los reyes de España, Carlos III (*1716-+1788) y Fernando VII (*1784-+1833), prisioneros, dejan vacante el trono al renunciar a sus derechos ante Napoleón. Godoy, el ministro favorito de Carlos III, firma un tratado por el que se ponen en manos del emperador de Francia todos los reinos de España e Indias.
En Bayona se decide la entrega del Imperio español. Su fin se rubrica con la elevación de José Bonaparte al trono de España e Indias. (Abdicaciones de Bayona 1808)
Causas endógenas:
Cuando estas noticias llegaron a la Nueva España, inmediatamente tuvieron lugar manifestaciones de fidelidad a Fernando VII. Se eligieron representantes de las provincias novohispanas
ante la Junta Central. Los ayuntamientos fueron los encargados de realizar estas elecciones donde participaron representantes de las élites regionales y de la Iglesia.
En Puebla, fue electo representante el canónigo Antonio Joaquín Pérez Martínez (*1763-+1829), miembro del Cabildo de la Catedral, quien llevó las instrucciones redactadas por José Mariano Beristaín y Souza (Caballero de la orden española de Carlos III)4. Antonio Joaquín jugó un destacado papel en los debates y llegó a presidir en tres ocasiones las Cortes y firma la Constitución de Cádiz en 1812. Pero en 1814, se suma a la revuelta que reinstaló en el trono a Fernando VII, quien después, lo nombra Obispo de Puebla en sustitución de Manuel Ignacio González del Campillo (Gob. 1804-1813).
La Constitución de Cádiz instaura la monarquía constitucional.
A partir de 1808, las autoridades militares y civiles convocaron a los pobladores para que ingresaran a cuerpos del ejército que se formaba para la defensa del rey. Se constituyeron batallones y cuerpos de voluntarios, tanto de personas acaudaladas como de artesanos y gente de las clases bajas5.
Se instó a los particulares para que les proporcionaran hombres y parque. Al mismo tiempo, impusieron nuevos impuestos a los pobladores para aumentar los fondos, además de obligarlos a contribuir con vestuario, armas, ganado, víveres y bienes para sostener las tropas del rey; a los indígenas también les exigieron los sobrantes de sus cajas de comunidad para el mismo fin.
En la ciudad de México el 16 de septiembre de 1808 el virrey José Joaquín de Iturrigaray fue destituido. Esta situación causó descontento entre los criollos, quienes comenzaron a realizar reuniones secretas para conspirar contra el nuevo gobierno virreinal. Entre ellos, circulaban libros prohibidos por la Inquisición y varios textos impresos que expresaban la inconformidad de la población.
En Puebla, el obispo Manuel Ignacio González del Campillo (*1740-+1813) no vio con buenos ojos este golpe político que atentó contra los criollos. Estos y algunos mestizos, simpatizaron con las ideas de emancipación, pero sus pretensiones fueron sofocadas por el intendente Manuel de Flon, Conde de la Cadena, quien murió en 1810 a manos de los insurgentes.
El movimiento independentista en Puebla
Al tener noticia del levantamiento de Miguel Hidalgo, el obispo de Puebla, Manuel Ignacio González del Campillo, exhortó a la población para defender los derechos del rey y amenazó con la excomunión a quienes difundieran noticias contra el rey y a favor de los insurgentes.
El día primero de noviembre de ese año (1810) se instruyó a los gremios para armarse con palos, cuchillos y sus herramientas de trabajo. La manutención de las tropas provocó la bancarrota del Ayuntamiento obligándolo a solicitar préstamos a los comerciantes, a la gente acaudalada y a la Iglesia.
Los cuantiosos impuestos y las penurias por las que pasaba el pueblo provocaron que, en 1811, los habitantes de la intendencia poblana se declararan en franca rebelión contra las autoridades, mostrando su descontento con motines, alborotos y levantamientos.
Los gastos para combatir a los insurgentes y la construcción de fortificaciones para defender la ciudad, como los fuertes de Loreto y de Guadalupe, ocasionaron que la limpieza de la ciudad se descuidara pues los carros del ayuntamiento se destinaron para transportar materiales de construcción.
Entretanto, el gobierno continuaba requiriendo constantemente gente para rehacer los batallones, los cuales menguaban por los muertos en las batallas y las deserciones.
Durante la epidemia de cólera de 1813, el gobierno dispuso de una fuerte cantidad de dinero para combatir la enfermedad, instalando hospitales y abriendo nuevos cementerios, recursos obtenidos del impuesto al maíz.
La lucha armada por la Independencia mermó la voluntad y el número de hombres; muchos insurgentes perdieron la vida.
En la Angelópolis y sus alrededores, un amplio porcentaje de su población se declaró ferviente defensora de la corona española; en otras regiones de la Intendencia se dieron manifestaciones de apoyo a los insurgentes.
Los hombres pasaban de un bando al otro, como ocurrió en 1816 con el insurgente Vicente Gómez y 68 de sus subordinados, quienes después de ser indultados por el Virrey Juan Ruiz de Apodaca (Gob.1816-1821) en Ojo de Agua -lugar entre Perote y Puebla- formaron “La Compañía de realistas fieles de Santiago Culcingo”.
En contraste, el capitán Ciríaco del Llano (Gob.1816-1821), intendente de Puebla, ordenó múltiples fusilamientos, robos, saqueos y desmanes. Además, para abastecer a sus tropas los jefes del ejército realista, al igual que el ejército independentista, asaltaron pueblos, requisaron bienes y obligaron a los habitantes a entregar hombres, dinero, víveres y armas.
Egresado de la U.A.P. Titulación con Mención Honorifica. Dos veces Diputado Local. Dos veces Diputado Federal. Sub-secretario de Gobernación. Sub-secretario de Educación Pública, Delegado Federal de la S.E.P. en Puebla, catedrático en diversas Instituciones Educativas de Educación Superior. Autor de 11 libros. Colaborador en diversos medios impresos.
1 Efraín Castro Morales, La Independencia en la región de Puebla, Secretaria de Cultura del Estado de Puebla, 2010, pp. 11-15 2 Enrique Gómez Haro, La ciudad de Puebla y la guerra de Independencia, Puebla, Secretaría de Cultura de Puebla, 1999, passim. 3 Reinhard Liher, Ayuntamiento y oligarquía en Puebla 1787-1810, México, Sep-Setentas, 1976. 4 Simón Ruiz y Eva Sáenz Lara, “Las instrucciones de los diputados americanos a la Junta Central”, en Las experiencias de 1808 en Iberoamérica, México, UNAM, 2008, pp. 89-103. 5 Ídem 2