Y no había transcurrido el minuto de juego y ya la afición americanista nos levantamos del asiento para festejar el primer gol de las águilas en su duelo del pasado viernes contra La Franja. Y rápido se vio que el dos veces mundialista Estadio Cuauhtémoc, una vez mas era amarillo y azul. Un calculo conservador nos arroja que el 60% era Ame y un 40% de la afición, “torcía” para Puebla. No dejo de lamentar esta situación, ya que en mi niñez y juventud, representaba un reto asistir a estos duelos donde la afición poblana realmente me hacia sentir visitante y empujaba con todo a su equipo. Realmente se percibía la presión desde que llegabas, hasta que te ibas a comer un domingo a las 14 horas después de un partido de esta magnitud. Hoy esa fiera afición, en el mejor de los casos, se reúne en bares y uno que otro escribe algún insulto o comentario soez en redes sociales en contra mi equipo. Lastima.
En el terreno de lo futbolístico, simplemente no agrada, no gusta y aburre el estilo del América de Solari, que incluso con 11 hombres, juega como equipo “chico”, privilegiando la marca y el esfuerzo de los jugadores, procurando contragolpear para ganar los partidos. Sin romanticismos rancios, si ha habido Américas que jugaban muy diferente, mucho mejor y ganaban. El de Reinoso del 83 – 84; la excepción de Benhaker del 94 -95, que jugaba espectacular, pero no ganó algo; el de Carrillo del 2005 y el de Herrera del 2013, siempre respetaron una idea de proponer y ofender en los partidos.
El viernes vimos una versión muy diferente. Parecía que estaban el zurdo López y Mohamed dirigiendo juntos. Un América trabajador, poco creativo, medroso y en ocasiones con línea de 6¡¡¡¡, si, leyó bien, línea de 6¡¡. Jamás se lo había visto al equipo de TELEVISA y aún así desplegaban líneas y generaban peligro, sobre todo en una jugada de Henry Martin que toca a la zurda de Reyes y éste vuela su disparo ante la mirada de Antony Silva, nuevo héroe enfranjado. el cual ya es recibido como ídolo. Por su parte, un Puebla voluntarioso, incansable, dinámico, pero poco talentoso, que llegada a tres cuartos de cancha y ahí se desvanecía acercándose al área rival, sin profundidad y con cero variantes siquiera para mandar un buen centro. Los centrales eran los encargados de servir al área, lo cual no es lo mas recomendable.
Ya en lo social, parecía que la cuarta ola de Covid y su variante Omicron no existe o bien se perdió como una de las tantas olas que realizamos los aficionados durante el partido, las cuales dieron algunas vueltas al dos veces mundialista y lucieron muy espectaculares, porque el inmueble se encontraba casi lleno. Eso de que solo entraríamos el 75 por ciento fue totalmente falso. El inmueble estaba casi al tope y a diferencia de otros estadios, donde la venta de chelas se corta al minuto 20 del segundo tiempo, aquí se siguió surtiendo sin problema alguno. Un amigo enfranjado me comentó : “aquí se deja de beber porque se acaban las chelas, no por cuestión de tiempo o porque se acabe el partido”. No me espanta, pero luego ya se quitan el cubrebocas y todos somos “hermanos”, nos abrazamos y “jajajaja”, e inevitablemente se vienen los contagios.
Total, el querido Puebla de la Franja y su directiva, hicieron un gran negocio. Y entonces me pregunto ¿ Cual crisis económica ? Si se pagaron sobre costo en boletaje, chelas caras y comida carísima. Sin duda, la pasión por los colores de un equipo no cambia. Cambia todo, menos eso. El amor por el águila o la franja mueve carteras, voluntades y sentimientos. Bendito futbol.