El venerable Juan de Palafox y Mendoza escribió estos dictámenes:

(M) El que sufre es sabio; más sabio el más sufrido; sapientísimo el sufrimiento.

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(M) ¿Quieres estar contento con tu fortuna? Pues no te midas con los de la mayor, sino con los de la menor.

(P) No es lo mismo haber vicios en un Reyno, que ser vicioso un Reyno.

(M) Más vale ser el menor de los buenos, que el mayor de los malos; porque el último de la buena línea, está más dichoso, que el primero de la mala.

(P) En todas las crónicas han parecido bien los leales, aunque hayan sido vencidos; y mal los traidores aunque hayan sido vencedores.

(P) De los hombres que no gobiernan, la mayor culpa es obrar mal: de los que gobiernan, no obrar bien: de aquellos la de comisión, y de estos la de omisión.

(P) En las elecciones pueden errar los príncipes en tres maneras. La primera, dando las ocupaciones a los que no tienen experiencia, y negándolas a quien la tiene; este es un gran error. La segunda, dando los puestos a quien no tiene la capacidad, ni se ha experimentado en otros con aprobación: y este es grandísimo error. La tercera, trocando los puestos, y las inclinaciones a los Magistrados, y dando a los de armas los de letras, y a los de letras los de armas, al inteligente en la pluma, la espada, al valeroso, la pluma: y este es error.

(P) Las personas se han de buscar para los puestos, y no los puestos para las personas, mirando que sujeto conviene a aquel Reyno, no que Reyno le conviene a aquel sujeto.

(P) Ninguna cosa es tan dañosa a los Reynos, como que pese más en los particulares una onza de propia comodidad, que una arroba de utilidad pública; y cuando esto prevalece ya está el Reyno perdido.

(P) “Más es formar una Monarquía, que conservarla; pero más es reformarla, que formarla”

(E) No puede más el que puede, sino el que puede mejor; porque el poder que obra lo malo, no es poder, sino flaqueza, y así no lo puede Dios.

(P) Los Reynos, que se gobiernan por remedios, y no por prevenciones, van perdidos.

(P) Desdichada la República, en la cual el celo se tiene por inquietud, y por quietud el dormir profundamente al ruido de los públicos escándalos.

(P) El mayor mal de los Reyes, es escarmentar los buenos consejos, y enfadarse con los buenos consejeros.

(P) El príncipe, que escarmienta al leal, alienta, y anima al traidor.

(P) El príncipe, que espanta los remedios, no convalecerá de los daños.

(M) Los remedios se espantan, los daños se llaman, cuando a los celosos se castiga, y a los relajados se premia.

(P) La codicia de los Ministros, llega con la navaja hasta los huesos de la República; pero la codicia, y la sensualidad, universalmente ejercida en los Reynos, corta la carne, y pudre los huesos.

(P) Las leyes que no se guardan, son cuerpos muertos, atravesados en las calles, donde los Magistrados tropiezan, y los vasallos caen.

(M) Dos géneros de hombres me parecen grandes, los que conocen en sí mismos lo imperfecto, y en sus enemigos lo bueno.

(P) Las Monarquías cuando se van acabando, primero pierden la reputación, luego lo conquistado, y después sirven a la Nación: como cuando se forman, primero cobran reputación, luego salen de servir a otras Naciones, y después dominan a las demás: con este juicio se ha de ver, y conocer en qué estado se halla una Monarquía.

(P) Donde los excesos pueden más que las leyes, presto podrán los vasallos más que los Reyes.

(P) Como cuando se sube toda la sangre a la cabeza, se ahoga ella, y perece el cuerpo, así cuando todas las utilidades van al fisco se queda sin sangre el Reyno.

(P) Al Príncipe mozo, se le han de dar los criados ancianos, para que le contengan: y el viejo ha de escoger mozos, para que aprendan.

(M) Como sucede a la causa el efecto, así a la mala educación de la juventud la ruina de la República.

(M) No es descrédito el vivir perseguido, sino el perseguir.

(P) En el Reyno, que los mozos son perdidos, y los viejos relajados, corre lo público como caballo sin freno, y navío sin timón.

(P) Desdichada será la República, cuando se puedan contar los honestos, por no tener número de livianos.

(P) Dañarán más siempre a una Monarquía los propios desaciertos, que las fuerzas enemigas.

(P) Cuerpo sin sangre, y Reyno sin virtud, todo es uno.

(P) Cinco cosas aseguran la felicidad de un Reyno. Primera, tener la Nobleza honrada: segunda, el pueblo abastecido: tercera: la virtud favorecida: cuarta, los soldados bien pagados y disciplinados: quinta, los Ministerios contenidos y respetados.

(M) Dos oídos da Dios al hombre, porque oiga con el uno al acusador, y con el otro al acusado.

(P) No hay caso en que los Príncipes no deban oír a sus vasallos, aunque sea para condenarlos.

(P) Así como se publican premáticas contra el Pueblo, se había de publicar contra los que las publican, porque más necesidad tiene de sanidad la cabeza, que los pies.

(P) No hay más diferencia del buen Gobernador al que no lo es, que ver el uno las desdichas antes que lleguen, y el otro después de sucedidas; con que uno las previene, y el otro las padece sin remedio.

(P) La República sin tesoro, es cuerpo sin sustancia, y sin prudencia, y es navío sin timón.

(P) La República que gastare en lo superfluo, le faltará para lo necesario, y llorará después de desdichas, cuanto gasto en deleites.

(P) Lo mismo es Reyno sin tesoro, que gobierno sin providencia; y el tesoro que no se hace en tiempo de paz, mal se hará en el de guerra.

Egresado de la U.A.P. Titulación con Mención Honorifica. Dos veces Diputado Local. Dos veces Diputado Federal. Sub-secretario de Gobernación. Sub-secretario de Educación Pública, Delegado Federal de la S.E.P. en Puebla, catedrático en diversas Instituciones Educativas de Educación Superior. Autor de 11 libros. Colaborador en diversos medios impresos